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En este año 2017 se cumple el IV Centenario del Nacimiento de Bartolomé Esteban de Murillo, y qué mejor modo de conocerlo sino a través de uno de sus lugares favoritos, la Catedral de Sevilla. Durante nuestra visita a esta gran catedral, podemos disfrutar de varias de sus más importantes obras.
Las primeras que nos encontraremos serán en el Baptisterio de la Catedral. Allí nos deleitaremos con el magnífico retablo pictórico de la Visión de San Antonio de Padua, un cuadro en el que se muestra a San Antonio recibiendo al niño Jesús con los brazos abiertos, en un momento de total espiritualidad. Por encima del mismo disfrutaremos del Bautismo de Cristo, lo cual nos sitúa perfectamente ante lo que podemos vivir en dicha capilla. Poco más adelante, nos encontraremos con El Ángel de la Guarda, en una pequeña capilla que pasa completamente desapercibida, pero que no nos podemos perder.
En la Sacristía Mayor se podrán observar dos importantes obras, San Isidoro y San Leandro, ambas realizadas en 1655, que constituyen un juego perfecto, junto a otras obras como la Santa Teresa de Zurbarán o El Descendimiento de Cristo de Pedro de Campaña.
Tras un breve paseo, pasaremos a la Sala Capitular, y nos daremos una grata sorpresa con la Inmaculada Concepción, representada ya con su túnica blanca y su manto azul, típico de la pintura murillesca. Y aunque nos pasen desapercibidos, allí también encontraremos ocho obras magníficas de otros tantos santos relacionados con la ciudad de Sevilla, como son San Isidoro, San Leandro, San Pio, San Hermenegildo, Santa Justa, Santa Rufina, San Fernando y San Laureano.
Por últimos podremos acceder a visitar la exposición pictórica que mantiene la Catedral en su entrada general, en la que observaremos a Fernando III en Santo, una de sus más famosas obras.
En fin, una visita que nos sumergirá en lo mejor de Murillo y de otros tantos artistas.